Iconicidad jesuítico-guaraní de Horacio Bollini y Norberto Levinton (En papel)

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Subtítulo: (1609-1768)

Páginas: 336

En los intervalos, en los intersticios de la historia, habla la pieza recobrada: Warburg aludía a una “iconología del intervalo”. Esa pieza de cedro o piedra arenisca que despierta entre los escombros, incluso mutilada, adviene como un todo discursivo. Durante el tiempo que permaneció enterrada no dejó de interpelar a su propio fantasma, no perdió sus ojos internos. 
Un ángel labrado en cedro. Sus drapeados recuerdan que la experiencia misional sucede dentro del arco histórico del Barroco. Pero esta imagen escapa a las periodizaciones. Los pómulos de la talla son guaraníes. Su carácter, hierático. La mirada recuerda que un espíritu la habita. En la imaginería de las misiones jesuítico-guaraníes, aquellas imágenes desaparecidas (esculturas, pinturas, retablos) se unen interrogativamente a las voces dentro de las imágenes que sobrevivieron; voces donde coincidieron el rezo cristiano y el daemon que habitaba el cedro. Los jesuitas, en pos de una iconografía, enseñaron métodos y oficios. Pero no les fue posible adormecer a los númenes de antaño. Estos continuaron latiendo bajo la advocación cristiana de cada santo. La pervivencia de la lengua guaraní en textos litúrgicos y formativos, la continuidad de magias y hechicerías dentro de la reducción, añadieron estratos a las imágenes y al rito.